jueves, 25 de septiembre de 2014

Cuatro testimonios y varios olvidos y contradicciones

Cristina Elena Ledesma
Como ya es habitual, la audiencia de ayer comenzó con una hora y media de retraso. En primer turno declaró Cristina Elena Ledesma, ex obstétrica del Hospital Militar de Campo de Mayo, actualmente jubilada, cuyo testimonio fue solicitado por la defensa de Luisa Yolanda Arroche.
Ledesma trabajó en el servicio de Obstetricia y Ginecología del Hospital Militar de Campo de Mayo entre 1973 y 1987. Realizaba guardias de 24 horas, ingresaba los lunes a las 7 y se retiraba los martes a la misma hora.
Recordó a Julio César Casserotto como el jefe de Servicio durante entre 1976 y 1978, período en el cual dieron a luz las embarazadas desaparecidas cuyos casos se investigan en el juicio. Debajo del director se ubicaba el “médico de servicio” o “médico interno”, siempre un militar, y esta estructura, según Ledesma, era similar en el resto de los servicios.
El “médico interno” era una figura rotativa. Su función consistía en firmar las órdenes médicas y recorrer las distintas áreas. Ledesma mencionó algunos apellidos que se le vinieron a la cabeza, entre ellos “el propio Casserotto, Martín, Bianco [estos dos últimos imputados en la causa]”.
Refiriéndose al servicio ginecológico, la testigo explicó que había médicos “que hacían salas, otros consultorio y por la noche había uno de guardia”. “La de Ginecología estaba compuesta por un médico civil y una enfermera”, explicó.
Consultada por la fiscalía, relató el mecanismo de ingreso y el itinerario normal de las pacientes: “Interveníamos el médico, la neonatóloga y yo. Si había cesárea se lo llamaba al cirujano de guardia. Si se producía el nacimiento, había que consignar todo en el libro de partos: nombre, apellido, DNI, edad, cantidad de hijos que tenía, el peso del bebé, el sexo, la hora del parto, el número de historia clínica. Y después se confeccionaba el certificado de nacimiento”. “Las historias clínicas se hacían todas, siempre”, aseguró, y puntualizó que “la pediatra se ocupaba de la del bebé que se adosaba a la de la mamá”. “Yo entregaba la guardia, a las 7 del martes, con la historia y el certificado listos”.
Ante la pregunta de si conocía a Luisa Yolanda Arroche, respondió: “Era una colega que me tomaba la guardia los martes pero no sé precisar si estuvo esos años, sé que estuvo internada en la División de Infecciosas porque estuvo enferma, con una tuberculosis, más de un año o dos, y hubo que reforzar esa guardia”.
Interrogada sobre el período en el cual estuvo internada Arroche, Ledesma no supo o no quiso dar precisiones. “Estando de guardia, me ponía un barbijo e iba a saludarla, pero nunca fui amiga de ella”, aclaró. “No recuerdo”, dijo bajando la vista cuando la jueza María del Carmen Roqueta le repreguntó al respecto.
La ex enfermera sí recordó haber visto a “dos o tres detenidas que estaban en un pabellón especial, sin nombre, cerca de la Maternidad, y que se las controlaba como a cualquier embarazada en trabajo de parto”.  “Todas dieron a luz en la sala de partos, en el sector de quirófanos”, contó.
Sin embargo, sus partos no eran registrados en el libro de nacimientos. “Eran las órdenes que recibíamos de Caserotto, el jefe del Servicio”, subrayó Ledesma, y añadió: “A veces había algún soldado apostado en la puerta y yo entraba a verlas siempre con Caserotto. Solamente las revisábamos y no hablaban nada, no respondían a ningún interrogatorio, se las trataba como NN” (sic).
“En estos casos, que fueron entre el 76 y el 78, no sé si el 79, éramos notificados a la mañana que había una señora detenida en el pabellón de Infeccionas y que teníamos que estar atentos a cuando se desencadenara el trabajo de parto”. “No era un tema que se hablaba el de las detenidas y yo nunca vi ninguna mujer tabicada ni atada”, expresó Ledesma.
La tarea de las parteras de guardia era asistir en los partos naturales y llenar el libro y el certificado de nacimiento. “Si era natural y yo había participado, ponía `asistido`, y si el médico hacía cesárea ponía `constatado por el médico`. Si la mujer no estaba con el bebé, yo no firmaba el certificado”.
Las detenidas, según el relato de Ledesma, se quedaban 24 horas en el pabellón de Maternidad, siempre en las habitaciones de los oficiales, que eran tres. “Al pie de la cama se abrochaba una hoja con la información del parto, la indicaciones para el posparto, si necesitaba antibióticos, etcétera. Yo trataba de hablar con ellas pero nunca respondían, mutismo total, por ahí no tenían confianza, y solamente querían tener a su hijo al lado”.
Vagamente, recordó a una joven de pelo largo y castaño que le pidió tener al bebé en el pecho. “Me parece que era un varoncito”, dijo. No obstante, cuando le exhibieron las fotos de las detenidas embarazadas de Campo de Mayo –en uno de los momentos más emotivos de la audiencia– no pudo reconocer a ninguna. “`Ver, oír y callar`, nos decían a los civiles, y yo nunca vi llegar ni irse a ninguna detenida del Hospital. A los civiles no nos decían nada”, se cubrió.
Si bien en una declaración anterior Ledesma había señalado que cuando atendían a las detenidas se quitaban la identificación del delantal blanco que usaban, ayer se desdijo: “Debe haber un error, nosotras lo teníamos bordado y nadie nos pidió que lo tapáramos. Y el doctor también lo tenía”.
El testimonio de Ledesma, con varias lagunas, concluyó con la exhibición de varias fojas del libro de partos  y el reconocimiento de su firma.

Carlos Raffinetti
A continuación prestó declaración Carlos Raffinetti, ex médico ginecólogo del Hospital Militar, cuya presencia fue requerida por la fiscalía y la querella.
Jubilado, de 78 años, Raffinetti trabajó entre 1958 y 1981 en la institución. Entre el 76 y el 81 se desempeñaba en el Servicio de Maternidad a cargo de Casserotto, a quien definió como “una persona difícil”. “Chocábamos bastante. Yo venía con antigüedad en el Hospital y a él había cosas que no le gustaban. Yo atendía mucha gente, mis consultas estaban llenas, tenía gente que me elegía a mí, y esto a él no le gustaba”. “Sus funciones eran manejar el personal, el abastecimiento, todos dependíamos de él, que venía designado por la dirección del hospital y siempre era un militar”.
Sobre Bianco recordó: “Tuve una situación difícil porque él me falsificó un certificado de nacimiento. Eso me trajo aparejados muchos problemas, peritajes, investigaciones, hasta que se pudo comprobar que no era mi firma”. El testigo se refería a la partida de nacimiento de Pablo Casariego Tato, el bebé robado por Bianco y por cuya apropiación éste ya fue condenado.
Y a Raúl Eugenio Martín lo calificó como “un buen especialista y compañero de trabajo”. “Tenía buena relación con él, no me acuerdo si fue director o subdirector del Servicio porque no tuve vínculo directo”, agregó. También recordó a la imputada Arroche y la testigo Ledesma como parte del personal.
Raffinetti atendía por la mañana el consultorio externo y además tenía días de operaciones o de urgencias. Nunca estaba todo el día. “Toda embarazada que ingresaba era recibida por la partera, y ésta decidía si se quedaba o no”, detalló.
Negó saber sobre mujeres detenidas llevada a parir en la Maternidad. “Se decía que había detenidas en Infectología y una partera me comentó que había atendido ahí un parto junto con Casserotto”, dijo Raffinetti, quien aseguró que durante la dictadura nunca entró en el pabellón de Epidemiología: “Era una zona vedada, a la que no debíamos ir, y no sé quiénes tenían acceso a la zona”.
Raffinetti negó además conocer el papel de Bianco en ese sector ni haber visto alguna vez a Riveros o Bignone en el Hospital.

Silvia Bonsignore de Petrillo
Si bien al inicio de la audiencia uno de los secretarios del TOF Nº 6 informó que no se la había podido ubicar, finalmente la obstetra Silvia Bonsignore de Petrillo se acercó a Comodoro Py y declaró, visiblemente desganada, sobre su paso por el Servicio de Maternidad del Hospital Militar.
Viuda, de 71 años, Bonsignore realizaba “una guardia pasiva semanal, con rotativas pasivas los domingos y atendía dos días a la semana por la mañana el consultorio”.
“Detenida yo vi una sola persona, fue una paciente que tuvo su parto una mañana, me llamaron a la sala de partos, ya estaba naciendo el bebé. La mujer estaba con los ojos vendados, nació su bebé y quedó internada en Epidemiología. Yo me fui y no la vi más. Cuando pregunté a las parteras y las enfermeras, me dijeron que la había venido a ver su familia y que se había ido con su hijo”.
“En esa ocasión estaba Casserotto y Nélida Valaris, la partera que hacía guardia conmigo. La explicación que nos dieron era que la mujer estaba en la cárcel de encausados, como otras y que muchas fueron atendidas allí mismo. Valaris y una enfermera, que no recuerdo el nombre, me comentaron que habían ido a buscarlas y después llevado en la ambulancia a la cárcel del encausados”.
El caso que narró Bonsignore fue en la sala de partos, en el sector de quirófanos: “En la puerta había soldados. Bianco, vestido de militar, me dijo que me había tenido que llamar porque no lo había encontrado a Casserotto. Me dijo que era una paciente de la cárcel de encausados. La operé y me fui. Normalmente, después de una operación, es habitual que el cirujano se entere cómo anduvo. Pero a esa mujer no la vi más, no se quedó en el Hospital. Participaron el anestesista, las instrumentadoras, que eran las monjas, y alguien que me ayudó. Ya estaba el quirófano armado cuando llegué. Creo que todavía no estaban los médicos de guardia de Neonatología. Esto debe haber sido en el año 76”.
Bonsignore supo que la paciente provenía de Epidemiología y que no se quedaría para que le hagan el seguimiento habitual, entonces tuvo un altercado con Bianco. “No era una responsabilidad que yo quisiera asumir”, dijo. La testigo se acordó de una parturienta detenida de pelo ondulado, corpulenta, y de otra de pelo lacio. Fueron los dos partos de detenidas que tuvo que asistir, y aún los recuerda porque en el Hospital no había muchos partos, “veinte o veinticinco por mes, nada más”.
Sobre Bianco dijo que tenía dos hijos y que se comentaba que no eran de él. A Riveros recordó haberlo visto frecuentemente en el Hospital, al igual que a Bignone, y cuando éste llegaba se hacía “toda una ceremonia, con cornetas (sic), y nos causaba mucha risa”.

José Aniceto Soria
De profesión enfermero, José Aniceto Soria se incorporó al Hospital Militar en 1976 proveniente de Mendoza, y trabajó allí hasta hace seis años.
Hasta el 2008, se desempeñó en el área de Infectocontagiosas (Epidemiología), que se cerró ese año. Hacía turnos rotativos y durante la dictadura atendió a varias mujeres detenidas.
“En mi turno nunca tuve indicaciones directas ni me dieron el nombre de estas mujeres. Había que hacerle curaciones y las órdenes las daba Casserotto, aunque también se acercaba a verlas Bianco y él a veces daba las órdenes para hacerles las curaciones de las heridas de las cesáreas. Estas pacientes permanecían con la puerta abierta, con personal de guardia, mientras yo hacía las curaciones. Teníamos prohibido hablar con ellas”.
No las vio embarazadas. Las veía llegar con mucho dolor, caminando y custodiadas. “Nos decían que venían de Maternidad y que a estas personas no había que anotarlas. No vi nunca los bebés, tampoco vi que se los llevaran para amamantarlos. Nunca conversé esto ni siquiera con mi familia. Llegué a atender no menos de siete u ocho mujeres. A cuatro de ellas en una sola habitación, todas juntas”.
El enfermero relató de una vez que entró a esa habitación y las detenidas, con migas de pan, habían hecho una especie de flores pero que mirando bien se veía un número de teléfono. “Pero yo no entraba solo, sino con la guardia, y ellos las tiraron a la basura. Ellas agradecían las curaciones”. El testimonio concluyó con el relato de otra ocasión en que Soria debió acompañar, a pedido de Bianco, a una paciente en el asiento trasero de un Renault 12 hasta la entrada del Hospital. Me dijeron que me suba yo también `para que no pensaran mal`”.

No hay comentarios:

Publicar un comentario