jueves, 9 de octubre de 2014

Testigo clave de Campo de Mayo olvidó que atendió a mujeres cautivas

(Fuente: Infojus Noticias)
Por Cecilia Devanna
Ernestina Larretape tiene 80 años,  una salud algo deteriorada y una memoria en similares condiciones. Al menos así lo evidenció hoy, en el juicio oral y público por la apropiación de menores ocurrida durante la última dictadura en el Hospital Militar de Campo de Mayo, donde su testimonio era esperado por lo que ya había aportado en otras oportunidades. Frente al Tribunal Oral en lo Federal N 6 esta mujer, que trabajó como enfermera, no recordó  lo que ya había declarado y aseguró que del primer menor secuestrado que supo fue “el nieto de esta Madre de Plaza de Mayo (sic) que apareció ahora, nada más”, pero en su relato habló de tres “parturientas N.N” a las que les llevó sus bebés. En la audiencia de hoy también declararon un médico y una auxiliar de enfermería.
En la causa están imputados el dictador Reynaldo Bignone y Santiago Riveros, responsables de la zona; los médicos militares Norberto Bianco y Raúl Eugenio Martín y la obstetra Yolanda Arroche de Sala García. La mujer reconoció, en un juicio anterior, haber atendido partos de mujeres en cautiverio en el marco del plan sistemático de apropiación de bebés. Por ese delito de lesa humanidad en 2012 se condenó a penas de hasta 50 años de cárcel a los acusados, entre ellos el fallecido Jorge Rafael Videla.
Riveros y Bignone fueron condenados ayer a prisión perpetua y a 23 años de prisión respectivamente en el juicio por delitos de lesa humanidad en el que se ventilaron los secuestros y desapariciones de 32 obreros de las plantas de los astilleros Astarsa y Mestrina y de las cerámicas Lozadur y Cattáneo.
Durante su testimonio, Larretape aseguró que no supo de los niños apropiados y que de los desaparecidos “algo escuchó” por los medios. No recordó cuándo había sido el gobierno de Raúl Alfonsín, ni qué había sido la Comisión Nacional sobre la Desaparición de Personas (CONADEP), ni que ella se había presentado espontáneamente allí en mayo de 1984. Ni que allí habló de entre 10 y 15 pacientes, que no tenían historias clínicas y que tanto ellas como sus hijitos eran conocidos como N.N. De todo eso, Ernestina Larretape, hoy no recordó nada. Sí reconoció su firma en el documento de la CONADEP y que había estado declarando en otra oportunidad, en la sede Comodoro Py.
Nadie sabe nada
-Con todo respeto le pregunto- le dijo el querellante de Abuelas de Plaza de Mayo, Alan Iud, a Larretape- ¿usted tiene algún diagnóstico de senilidad?
-Recuerdo las cosas de mi niñez, pero no las del presente. Me acuerdo de los 5, 6 años, cuando jugaba con las muñecas, hacía travesuras. Ahora me tengo que operar, respondió la mujer. Me tienen que hacer un reemplazo de cadera, agregó.
La pregunta de Iud llegó después de más de una hora de declaración de Larretape, que trabajó desde 1972 hasta el años 2000 como enfermera del Hospital Militar de Campo de Mayo.
La mujer, alta, fornida, con el cabello enrulado teñido de rubio, sí recordó haber ido tres veces al sector de epidemiología  “a llevarles los bebés a las puérperas N.N”. Larretape explicó que todas las veces fue por separado, que las mujeres no tenían los ojos vendados y que les llevó los bebés, que estaban en la nursery del hospital, también como N.N. Explicó que siempre los llevó entre las 13 y las 17, porque esa era la indicación que tenía.  “Te dejaban una notita, que ese bebe correspondía a una N.N que estaba en epidemio”, detalló cuando le preguntaron quién le había dado la orden de que debía llevarlos.
La mujer dijo que a los bebés los llevaban al pabellón con una bolsita con todo lo necesario para su cuidado. “La ropa (que ponían en la bolsa) se la sacábamos nosotras a las otras puérperas, a veces pecábamos porque no les decíamos que se las sacábamos”. La presidenta del Tribunal,  María del Carmen Roqueta, le preguntó entonces por qué, si los bebés estaban desnudos, si no tenían cosas, y Larretape contó que estaban vestidos “pero no tenían tantas cosas como los (hijos) de las otras parturientas”.
También recordó que, cuando las parturientas estaban en condiciones de retirarse, “un Renault 12 celeste, en la gama del azul,  pasaba con la mamá en el asiento de atrás, por la puerta de la maternidad y yo le entregaba el bebe y ella se lo llevaba. No sé quien conducía. Llamaban por teléfono y decían ‘bajen con el bebe que la mamá se va’”.
Después fue el turno de Mario José Luchetta, un médico ginecólogo jubilado de 79 años que trabajó en el Hospital de Campo de Mayo desde 1966 hasta que su retiro en 2010. Su testimonio duró menos de veinte minutos. El hombre, que atendía en los consultorios externos del Hospital reconoció haber escuchado que “se hacían partos en el fondo del hospital, en un pabellón que se usaba para esos partos. Me parece que era el pabellón de infecciosas, pero no estoy seguro. Nunca tuve que ir a asistir. Yo escuché que los partos los hacía (el fallecido jefe de servicio de Obstetricia, Julio César) Caserotto”.
Isolina Cordero fue auxiliar de enfermería en varios sectores del Hospital. A los 59 años llegó en sillas de ruedas y se sentó a declarar. Entró a trabajar al Hospital en la década del 70 y lo hizo hasta hace cuatro años, cuando le dieron licencia por problemas de salud. Su testimonio fue el más breve de todos: no supo de mujeres detenidas en el Hospital. No escuchó rumores ni comentarios de que ellas estuvieran ahí. No escucho hablar del servicio de epidemiología. Después contó que de Bianco sabía que tenía hijos y que después se enteró por televisión que “estaba en Paraguay por que decían que se había apropiado de chicos, pero fue por la televisión”.
La audiencia entró en un cuarto intermedio hasta el próximo lunes 20 a las 9:30 de la mañana.

“No sé para que las cuidamos tanto si después las tiramos al río”

(Fuente: Infojus Noticias)
Por Cecilia Devanna
Una obstétrica y una laboratorista que durante los años de la dictadura trabajaron en el Hospital Militar de Campo de Mayo declararon hoy frente al Tribunal Oral Federal Nº 6.  También dio su testimonio una perito calígrafa. Las tres lo hicieron en el marco del juicio oral y público por la sustracción de menores ocurrida durante la última dictadura. “No sé para que la cuidamos tanto si después la tiramos al río”, aseguró la partera Elba Lillio, que escuchó decir al jefe de Obstetricia del Hospital, Julio César Caserotto, sobre una mujer a la que le habían hecho una cesárea.
En la causa están imputados el dictador Reynaldo Benito Bignone y Santiago Omar Riveros, responsables de la zona; los médicos militares Norberto Bianco y Raúl Eugenio Martín y la obstetra Yolanda Arroche de Sala García. La mujer reconoció, en un juicio anterior, que atendió partos de mujeres en cautiverio en el marco del plan sistemático de apropiación de bebés. Por ese delito de lesa humanidad en 2012 se condenó a penas de hasta 50 años de cárcel a los acusados, entre ellos el fallecido Jorge Rafael Videla.
Canosa, de piel blanquísima y ojos claros, con una vincha rosa y anteojos blancos, Lillio se sentó a declarar y cuando le preguntaron su edad dijo “soy del 29, así que tengo 84, 85”. Jugando con sus dedos enredó la correa de sus anteojos y las cadenitas que tenía colgadas. Las movió tanto que su hija tuvo que acercarse a ayudarla. La audiencia estuvo parada casi diez minutos.
Lillio trabajó en el hospital desde 1975 hasta 1982. Primero hizo guardias, pero después como no se llevaba bien con Caserotto (ya fallecido), pasó a administración. Contó que el jefe del servicio un día “fue a otro lugar del hospital (más tarde recordó que era el sector de Epidemiología) que había una internada, embarazada. Yo no tengo idea si estaba detenida. Lo relaciono ahora con eso, porque él no dijo nada, pero no me consta”.
Después recordó haberlo escuchado decir: “’No sé para que las cuidamos tanto si después las tiramos al río’. Él se refería a que habían hecho una cesárea, entonces se refería a esa mujer y la herida”, explicó. Y agregó: “Juro por Dios que pensé que era una broma. Le dije ‘ay doctor’, y él me dijo, ‘Usted siempre está en la luna’. Los comentarios que él hacía yo siempre los tomaba como que no estaba en su sano juicio, porque era así una persona muy… No quiero ser mala: muy desagradable”. 
Cuando le dijeron que su testimonio había concluido, les dijo a los jueces que quería disculparse. Emocionada y con los ojos llenos de lágrimas, contó que cuando se conocieron públicamente los hechos, ocurridos durante la dictadura, ella fue a ver a un cura: “Me quise morir cuando supe lo que habían hecho. Es un dolor muy grande para mí. Cómo puedo haber sido tan tonta, que haya pasado todo eso y yo me haya dado cuenta”, dijo. Su hija, también emocionada, la ayudó a levantarse.
No sabe, no contesta
Nora Haydee Di Nápoli tiene 61 años y  desde hace 42 trabaja como técnica de laboratorio en el Hospital Militar de Campo de Mayo. Desde el comienzo su testimonio fue escueto y estuvo marcado por los “no”.  No vio nada que le llamara la atención durante la época de la dictadura militar. No vio movimientos distintos en el Hospital. No vio o interactuó con autoridades militares. No supo, ni vio, mujeres embarazadas detenidas. No fue nunca al pabellón de Epidemiología del hospital.
El primer sí llegó con una pregunta de la fiscalía.
-¿Supo si el Hospital tuvo algún tipo de intervención en la lucha contra la subversión?
-Supongo que sí, que habrá tenido alguna intervención, pero no le sé decir respondió.
Patricia Inés Méndez tiene 63 años y hace tres que se jubiló como perito calígrafa del Cuerpo de Peritos de la Corte Suprema de Justicia de la Nación. Contundente con sus palabras y vehemente hasta en sus gestos, dijo que la firma del acta de nacimiento que le tocó analizar en diciembre de 2010  “proviene de la mano de la doctora Yolanda Arroche de Sala García”.
El acta era la 331 del año 1977, del Hospital Militar, y corresponde al nacimiento de Francisco Madariaga, el nieto 101 recuperado por Abuelas de Plaza de Mayo y cuyo padre, Abel, es el secretario de la organización.
¿Hay alguna duda?,  agregó Méndez. “Está absolutamente todo detallado en el peritaje”, completó moviendo sus manos y describió, con seguridad, las circunstancias literales, numéricas y firmas que daban cuenta que había “correspondencia gráfica” con la  tipografía de Arroche de Sala García.
Su determinación fue in crescendo ante cada pregunta que le hizo el defensor de la médica, que intentó poner el foco en el nivel de autenticidad que podía tener el material que ella había analizado para hacer la comparación y determinar que la firma era de Arroche de Sala García.  La mujer que contó que se lo había mandado un juzgado y que había un legajo de Arroche de Sala García para comparar. “Es un peritaje hecho a conciencia”, remató con un dejo de indignación.
La audiencia entró en un cuarto intermedio y se reanudará por la tarde con el testimonio de la enfermera Ernestina Larretape. Es esperada por las diferentes partes: la mujer aportó datos importantes en declaraciones previas.

viernes, 3 de octubre de 2014

Continúan las audiencias en el juicio a los médicos de Campo de Mayo

            Abuelas de Plaza de Mayo comunica que el lunes 6 de octubre, desde las 9.30, declararán médicos y enfermeras del Hospital Militar de Campo de Mayo y una perito calígrafa en la causa que tiene como imputados a Norberto Bianco, quien ocupaba un rol clave en la maternidad clandestina del centro de detención de Campo de Mayo; Raúl Eugenio Martín, jefe de la División de Clínica Médica de ese hospital entre 1976 y 1978; la obstetra Luisa Yolanda Arroche, y los jefes de la zona, Santiago Omar Riveros y Reynaldo Benito Bignone.
            En este juicio, un desprendimiento de la causa por el Plan Sistemático de Apropiación de Menores, se analizan los casos de apropiación de los hijos de Marta Álvarez, Susana Stritzler, Mónica Masri, Valeria Beláustegui Herrera, María Eva Duarte, Myriam Ovando, Silvia Quintela Dallasta y Liliana Isabel Acuña.
            La audiencia se desarrollará en la Sala B, en la Planta Baja de los tribunales de Comodoro Py 2002, Retiro. Los mayores de 18 años pueden asistir presentando su DNI.
Para más información sobre el juicio, se puede visitar el sitio http://medicosdecampodemayo.blogspot.com.ar/
            Esperamos contar con su presencia en este juicio que busca esclarecer los crímenes del terrorismo de Estado contra nuestros/as hijos/as y nietos/as desaparecidos.


miércoles, 1 de octubre de 2014

Declararon una partera y otros tres testigos con mala memoria


En la sala B de los tribunales de Comodoro Py se realizó hoy una nueva audiencia de declaraciones testimoniales en el juicio a los médicos apropiadores de Campo de Mayo. Se les tomó declaración a los testigos previstos salvo a María Dolores Cartagena, desestimada por decisión de los jueces y el acuerdo de todas las partes.

Nélida Valaris
Obstétrica, compañera de guardia de la médica Nélida Bonsignore de Petrillo –quien ya declaró en el jucio–, Nélida Valaris vio a detenidas embarazadas en Campo de Mayo y ya declaró en su oportunidad ante la Conadep.
“Le dijimos al doctor Casserotto que íbamos a ir a declarar, y en ese momento era grave porque ignorábamos toda la secuencia de lo que había pasado. Esto fue en el edificio del ´Comando en Jefe de las Fuerzas Armadas´, frente a la Casa de Gobierno. Estaban Di Benedetto (por entonces director del Hospital Militar), Casserotto y había otros personajes, abogados tal vez, que nos interrogaron sobre por qué queríamos hacerlo, y nosotras expusimos que era el Presidente de la República Raúl Alfonsín el que nos reclamaba declarar”.
“Nosotras” eran: ella misma, otra partera que no recordó el nombre y la médica Bonsignore de Petrillo. Después de esto, Valaris fue amenazada por Casserotto: “Me dijo que iba a mirar las margaritas desde abajo”. “Fue un personaje bastante siniestro en mi vida”, aclaró y a continuación narró dos partos de detenidas en los que participó, uno en el sector de quirófanos (en la sala de partos) y otro en la cárcel de encausados de Campo de Mayo.
“En el primero, la paciente ya estaba ahí. Era una mujer de unos 40, 41 años, llamativa, muy canosa, el pelo casi blanco, no emitió un sonido, ni una queja, ni un llanto, ni nada, con los ojos vendados y con custodia militar en la puerta, una o dos personas armadas”.
“Después fui tres o cuatro veces al sector de Epidemiología junto con Casserotto a controlar embarazadas. Había una habitación a la izquierda, al ingresar, siempre iba a esa habitación, una sola paciente había siempre, íbamos cada siete días, no tenían historia clínica, lo único que me hacían hacer era auscultar los latidos, la presión, era nomás un control. No hablé nada con estas mujeres, las que vi siempre estaban con los ojos vendados con gasa, acostadas en la cama, vestidas, había luz eléctrica, un ventanal arriba de la cabecera de la cama, sellado. Te sugerían que te sacaras la identificación para ir a ver a estas mujeres, la sugerencia venía de los militares, de Casserotto o de la custodia. Y en los cambios de guardia, en los pasillos, se hablaba que había detenidas, ´sediciosas´, ´NN´”.
“El otro parto, el de la cárcel, puede haber sido en el 77, 78. Me resistí, estaba nerviosa, hacía un frío espantoso, era una mujer de unos 30 años o menos, tez clara, rubia, con los ojos vendados, estaba en período de expulsión ya, y dio a luz un varón, había mucho personal militar. Me sentí tan mal, atendí el alumbramiento, saqué la placenta, le di anestesia, suturé, me llevaron al Hospital de vuelta y ahí tuve una crisis muy fuerte con Casserotto, le dije de todo, me dijo que lo tenía que hacer porque lo decía Di Benedetto, me pareció una injusticia terrible que yo tuviera que vivir una cosa de esas. Años después Di Benedetto lo negó y me hicieron un careo con él, creo que en el juzgado de San Isidro”.
Esta detenida, según Valaris, no parecía primeriza, estaba muy tranquila. La obstétrica no firmó ningún papel de este parto ni del anterior, que fueron de día los dos. Los registros de estos nacimientos, según ella, los manejaba Casserotto. Y sobre Bianco, con quien no tenía contacto, destacó que los comentarios del personal lo sindicaban como el que llevaba y traía a las embarazadas. No recordó haber visto a Riveros y a Bignone en el Hospital Militar pero sí recordó a la imputada Arroche, colega suya, porque tenían guardias contiguas.

Ernesto Abel Fridman
Médico, de 70 años, Ernesto Fridman –testigo pedido por la fiscalía– trabajó entre 1972 y 1977 en el Hospital Militar.
“Me desempeñaba como médico del Servicio de Obstetricia. Trabajaba tres veces por semana en consultorio externo por la mañana, y una vez por semana hacía una guardia pasiva de 24 horas, o sea que si ocurría algún parto y éste presentaba alguna complicación, la partera se comunicaba conmigo, por radiollamado, y yo iba al Hospital a solucionar el problema. El doctor Casserotto era el jefe del Servicio”.
“En una oportunidad fui a ver a una mujer fuera de Maternidad que tenía custodia, vendados los ojos, no me sentí cómodo, le hice quitar el vendaje y la atendí. No me acuerdo si era una puérpera o si estaba con contracciones. Fue un hecho inusual. No ocurrió durante una guardia sino un día que estaba en el consultorio. Pregunté y me dijeron que era una mujer detenida. Era una habitación con una camilla. Estaba sola, el custodio afuera, no recuerdo cómo era la habitación ni la cara de la mujer. Hablé con ella pero no más que lo que se habla en una atención médica, conmigo entró la enfermera o la partera, no estuve solo con la detenida”.
Fridman no comentó con nadie este hecho, que ubicó en el 76, sólo con su familia cuando llegó a su casa ese día. En noviembre o diciembre de ese año, luego de esta situación, Fridman se fracturó, estuvo tres meses inmovilizado y a la vuelta, ya implementadas las guardias activas en el Hospital, renunció porque ya no podía, por una cuestión de tiempos, seguir trabajando allí.

Ramona María del Huerto Cencenaro
Viuda, de 64 años, Ramona del Huerto Cencenaro ingresó al Hospital Militar en 1978, como enfermera, y se acaba de jubilar como instrumentadora quirúrgica.
“Trabajé en Obstetricia hasta el 82. Pasé luego a terapia intensiva y más tarde a quirófanos. Nunca vi mujeres detenidas embarazadas. No escuché comentarios ni pregunté. Supe después a través de los diarios y supe, cuando volvió la democracia, que un grupo de compañeros habían declarado [ante la Conadep]”.
“Nunca fui citada a declarar, sí ante las autoridades militares en el Comando de Institutos Militares, para saber si sabía algo de lo que había ocurrido, si yo sabía que se apropiaban de chicos, si había embarazadas que estaban prisioneras, no sé quiénes eran las personas que estaban ahí, no sé si alguien más declaró”.
Fiscalía, querella y los propios magistrados trataron de refrescar la mala memoria de Cencenaro. La propia presidenta del tribunal, María del Carmen Roqueta, le leyó su declaración ante la justicia militar en la que la testigo aseguraba que “en dos o tres oportunidades tuvo que acompañar a Casserotto a asistir a pacientes internadas en Epidemiología”. Se trataba de detenidas que ya habían dado a luz. “Puede ser, no recuerdo, pero si está escrito así, es probable”, dijo sin convicción Cencenaro, cuyo testimonio no aportó nada útil al juicio.

Jorge Luis Eposto
Técnico radiólogo primero, después enfermero, Jorge Luis Eposto (65) trabajó en el Hospital Militar en su doble rol de guardia militar y guardia de radiología. Como guardia militar, Eposto hacía relevos en distintos puestos del Hospital y vigilaba las calles internas. Cabo primero, fue dado de baja en el 83 con el grado de sargento.
Tuvo conocimiento de las embarazadas detenidas “por lo que se hablaba” en el Hospital: “Yo no vi nada, nunca entré al servicio de partos, decían que las tenían atadas, era vox pópuli. El pabellón de Epidemiología, al fondo, estaba cerrado. Tenía una guardia que no era del hospital, las ventanas cerradas, varias veces hemos visto bajar gente de un camión y que las metían ahí adentro, decían que eran extremistas y que los traían ahí”. 
A Eposto, como a casi todos los testigos del juicio, se le leyeron declaraciones anteriores que ni él mismo recordaba. En una del año 85 había dicho, ante otro tribunal, que visitaba frecuentemente el sector de Epidemiología y que allí había visto a embarazadas detenidas, “atadas y con suero”. Y se le leyeron varias cosas más que al testigo parecen habérselo perdido en el tiempo. 
Consultado por los imputados en el juicio, contó que vio varias veces a Riveros en el Hospital, no así a Bignone. Y sobre Bianco dijo que "formaba parte del grupo de tareas". "Esto me lo comentó en el 77 un enfermero de Radiología, que trabajaba conmigo, que salía a buscar gente, extremistas, con Bianco", dijo. También se refirió a otras situaciones sinietras del infierno que fue Campo de Mayo pero sin mayores precisiones acerca de quién se las dijo, o cuándo las vio, o por qué antes declaró una cosa y ahora otra.