En la sala B de los tribunales de
Comodoro Py se realizó hoy una nueva audiencia de declaraciones testimoniales en el juicio a
los médicos apropiadores de Campo de Mayo. Se les tomó declaración a los
testigos previstos salvo a María Dolores Cartagena, desestimada por decisión de los jueces y el acuerdo de todas las partes.
Nélida Valaris
Obstétrica, compañera de guardia de
la médica Nélida Bonsignore de Petrillo –quien ya declaró en el jucio–, Nélida
Valaris vio a detenidas embarazadas en Campo de Mayo y ya declaró en su oportunidad
ante la Conadep.
“Le dijimos al doctor Casserotto que
íbamos a ir a declarar, y en ese momento era grave porque ignorábamos toda la
secuencia de lo que había pasado. Esto fue en el edificio del ´Comando en Jefe
de las Fuerzas Armadas´, frente a la Casa de Gobierno. Estaban Di Benedetto (por
entonces director del Hospital Militar), Casserotto y había otros personajes,
abogados tal vez, que nos interrogaron sobre por qué queríamos hacerlo, y
nosotras expusimos que era el Presidente de la República Raúl Alfonsín el que nos reclamaba
declarar”.
“Nosotras” eran: ella misma, otra partera que no recordó el nombre y la médica Bonsignore de Petrillo. Después
de esto, Valaris fue amenazada por Casserotto: “Me dijo que iba a mirar las margaritas
desde abajo”. “Fue un personaje bastante siniestro en mi vida”, aclaró y a
continuación narró dos partos de detenidas en los que participó, uno en el
sector de quirófanos (en la sala de partos) y otro en la cárcel de encausados
de Campo de Mayo.
“En el primero, la paciente ya
estaba ahí. Era una mujer de unos 40, 41 años, llamativa, muy canosa, el pelo
casi blanco, no emitió un sonido, ni una queja, ni un llanto, ni nada, con los
ojos vendados y con custodia militar en la puerta, una o dos personas armadas”.
“Después fui tres o cuatro veces al
sector de Epidemiología junto con Casserotto a controlar embarazadas. Había una
habitación a la izquierda, al ingresar, siempre iba a esa habitación, una sola paciente
había siempre, íbamos cada siete días, no tenían historia clínica, lo único que
me hacían hacer era auscultar los latidos, la presión, era nomás un control. No
hablé nada con estas mujeres, las que vi siempre estaban con los ojos vendados
con gasa, acostadas en la cama, vestidas, había luz eléctrica, un
ventanal arriba de la cabecera de la cama, sellado. Te sugerían que te sacaras
la identificación para ir a ver a estas mujeres, la sugerencia venía de los
militares, de Casserotto o de la custodia. Y en los cambios de guardia, en los
pasillos, se hablaba que había detenidas, ´sediciosas´, ´NN´”.
“El otro parto, el de la cárcel, puede
haber sido en el 77, 78. Me resistí, estaba nerviosa, hacía un frío espantoso,
era una mujer de unos 30 años o menos, tez clara, rubia, con los ojos vendados,
estaba en período de expulsión ya, y dio a luz un varón, había mucho personal
militar. Me sentí tan mal, atendí el alumbramiento, saqué la placenta, le di
anestesia, suturé, me llevaron al Hospital de vuelta y ahí tuve una crisis muy
fuerte con Casserotto, le dije de todo, me dijo que lo tenía que hacer porque
lo decía Di Benedetto, me pareció una injusticia terrible que yo tuviera que vivir
una cosa de esas. Años después Di Benedetto lo negó y me hicieron un careo con
él, creo que en el juzgado de San Isidro”.
Esta detenida, según Valaris, no
parecía primeriza, estaba muy tranquila. La obstétrica no firmó ningún papel de
este parto ni del anterior, que fueron de día los dos. Los registros de
estos nacimientos, según ella, los manejaba Casserotto. Y sobre Bianco, con
quien no tenía contacto, destacó que los comentarios del personal lo sindicaban
como el que llevaba y traía a las embarazadas. No recordó haber visto a Riveros
y a Bignone en el Hospital Militar pero sí recordó a la imputada Arroche, colega suya, porque
tenían guardias contiguas.
Ernesto Abel Fridman
Médico, de 70 años, Ernesto Fridman
–testigo pedido por la fiscalía– trabajó entre 1972 y 1977 en el Hospital
Militar.
“Me desempeñaba como médico del
Servicio de Obstetricia. Trabajaba tres veces por semana en consultorio externo
por la mañana, y una vez por semana hacía una guardia pasiva de 24 horas, o sea que
si ocurría algún parto y éste presentaba alguna complicación, la partera se
comunicaba conmigo, por radiollamado, y yo iba al Hospital a solucionar el
problema. El doctor Casserotto era el jefe del Servicio”.
“En una oportunidad fui a ver a una
mujer fuera de Maternidad que tenía custodia, vendados los ojos, no me sentí
cómodo, le hice quitar el vendaje y la atendí. No me acuerdo si era una
puérpera o si estaba con contracciones. Fue un hecho inusual. No ocurrió
durante una guardia sino un día que estaba en el consultorio. Pregunté y me
dijeron que era una mujer detenida. Era una habitación con una camilla. Estaba
sola, el custodio afuera, no recuerdo cómo era la habitación ni la cara de la
mujer. Hablé con ella pero no más que lo que se habla en una atención médica, conmigo entró la
enfermera o la partera, no estuve solo con la detenida”.
Fridman no comentó con nadie este
hecho, que ubicó en el 76, sólo con su familia cuando llegó a su casa ese día. En
noviembre o diciembre de ese año, luego de esta situación, Fridman se fracturó, estuvo
tres meses inmovilizado y a la vuelta, ya implementadas las guardias activas en
el Hospital, renunció porque ya no podía, por una cuestión de tiempos, seguir
trabajando allí.
Ramona María del Huerto Cencenaro
Viuda, de 64 años, Ramona del Huerto
Cencenaro ingresó al Hospital Militar en 1978, como enfermera, y se acaba de
jubilar como instrumentadora quirúrgica.
“Trabajé en Obstetricia hasta el 82.
Pasé luego a terapia intensiva y más tarde a quirófanos. Nunca vi mujeres
detenidas embarazadas. No escuché comentarios ni pregunté. Supe después a
través de los diarios y supe, cuando volvió la democracia, que un grupo de
compañeros habían declarado [ante la Conadep]”.
“Nunca fui citada a declarar, sí
ante las autoridades militares en el Comando de Institutos Militares, para
saber si sabía algo de lo que había ocurrido, si yo sabía que se apropiaban de
chicos, si había embarazadas que estaban prisioneras, no sé quiénes eran las
personas que estaban ahí, no sé si alguien más declaró”.
Fiscalía, querella y los propios
magistrados trataron de refrescar la mala memoria de Cencenaro. La propia
presidenta del tribunal, María del Carmen Roqueta, le leyó su declaración ante
la justicia militar en la que la testigo aseguraba que “en dos o tres
oportunidades tuvo que acompañar a Casserotto a asistir a pacientes internadas
en Epidemiología”. Se trataba de detenidas que ya habían dado a luz. “Puede ser, no
recuerdo, pero si está escrito así, es probable”, dijo sin convicción Cencenaro,
cuyo testimonio no aportó nada útil al juicio.
Jorge Luis Eposto
Técnico radiólogo primero, después
enfermero, Jorge Luis Eposto (65) trabajó en el Hospital Militar en su doble
rol de guardia militar y guardia de radiología. Como guardia militar, Eposto
hacía relevos en distintos puestos del Hospital y vigilaba las calles internas. Cabo primero, fue dado de baja en el
83 con el grado de sargento.
Tuvo conocimiento de las embarazadas detenidas “por
lo que se hablaba” en el Hospital: “Yo no vi nada, nunca entré al servicio de
partos, decían que las tenían atadas, era vox
pópuli. El pabellón de Epidemiología, al fondo, estaba cerrado. Tenía una
guardia que no era del hospital, las ventanas cerradas, varias veces hemos
visto bajar gente de un camión y que las metían ahí adentro, decían que eran
extremistas y que los traían ahí”.
A Eposto, como a casi todos los testigos del juicio, se le leyeron declaraciones
anteriores que ni él mismo recordaba. En una del año 85 había dicho, ante otro tribunal, que
visitaba frecuentemente el sector de Epidemiología y que allí había visto a embarazadas detenidas,
“atadas y con suero”. Y se le leyeron varias cosas más que al testigo parecen habérselo perdido en el tiempo.
Consultado por los imputados en el juicio, contó que vio varias veces a Riveros en el
Hospital, no así a Bignone. Y sobre Bianco dijo que "formaba parte del grupo de
tareas". "Esto me lo comentó en el 77 un enfermero de Radiología, que trabajaba
conmigo, que salía a buscar gente, extremistas, con Bianco", dijo. También se refirió a otras situaciones sinietras del infierno que fue Campo de Mayo pero sin mayores precisiones acerca de quién se las dijo, o cuándo las vio, o por qué antes declaró una cosa y ahora otra.